Gestión emocional, negociación

Pringados y jetas. Dos caras de una misma moneda.

Hoy te voy a hablar de piscinas. Es verano y tengo calor. No me he vuelto loco. Sé que no tiene que ver con el título del post pero si tienes paciencia, en las próximas líneas, verás la conexión. ¿Confías en mí?

Mira. Te pongo en contexto. Estaba impartiendo una formación hace unos años y me topé con un participante muy interesante a la vez que inteligente, creativo, con capacidad de observación y escucha. Tengo la suerte de aprender muchísimo con las personas que interactúo cada día de esta forma tan azarosa. Ahora los modernillos al azar lo llaman “random”. Que cosas.

Pues bien. La temática era sobre la Gestión del Rendimiento y les había estado hablando de cuando el rendimiento baja por Causas del Sistema o por Causas Personales. En una de esas pausas higiénicas, entre bambalinas, me comenta: – mira Toni, cuando has hablado de las Causas del Sistema y has comentado eso de que el rendimiento baja porque “no hay consecuencias por trabajar mal” me he puesto de mala leche porque estoy harto de eso-.

Y ahora viene lo bueno. Para explicarme lo que quería decir hizo una metáfora que ni en los mejores cursos de oratoria en los que he estado.

 –Mira, me he dado cuenta de que existen tres tipos de personas en las empresas

Ante esto, ahora el humilde participante era yo, habíamos cambiado las tornas. Yo estaba atónito, tanto como Daniel San ante el Sr. Miyagi en Karate Kid.

Y siguió: – yo no digo que de vez en cuando la líes o puedas tomarte las cosas a la ligera, pero es que hay tres maneras de mearte en una piscina-.

puedes ponerte al borde la piscina, con los dos pies en el agua notando el fresquito mientras estás sentado haciendo tiempo, poniéndote las gafas, el gorro y toda la mandanga, entre tanto que … sueltas, te dejas llevar y aquí no se entera ni el Tato, mientras pones la mirada perdida en los 25 metros que separan un extremo del otro de la piscina

Otra: – es una variación de la primera, pero en este caso ya te has metido en la piscina, solo que ahora solo te sale medio cuerpo por encima del agua y mientras “relajas”, hablas con el del otro carril, poniendo cara de poker, asintiendo  y haciendo ver que eres un/a socio/a ejemplar,  al mismo tiempo que  sales airoso porque no van a encontrar ningún indicio de nada…-

Pero la última. ¡La última!. La última es: – subirte al trampolín más alto, a diez metros, bajarte el bañador, bikini, o lo que quiera que lleves puesto mientras cantas como un hincha “oé, oé oé, oé, oé”, y … venga …un 180º de izquierda a derecha y de derecha a izquierda … anchas Castilla- … donde todo el mundo te ha visto, sabe quién eres, qué has hecho … y no te pasa absolutamente nada.¿Y por qué? Porque ya lo has hecho otras veces mientras algunos te ríen la gracia al mismo tiempo que te admiran ¡Con eso no puedo! –

Y tenía toda la razón. Porque lo he vivido (ser el indignado, no el del trampolín).

Fastidia mucho ver que trabajar mal no tiene consecuencias negativas. Es el mundo al revés: ese comportamiento negativo tiene consecuencias positivas como buen horario, un trabajo sin estrés, cómodo y hecho a la medida del señorito/a; una vida tranquila donde reina lo conocido, lo cotidiano con bajo compromiso y poca responsabilidad. Los reconocerás porque son los que llegan tarde a las reuniones y no solo les esperan, sino que además les ponen en antecedentes de lo que han hablado en su ausencia al mismo tiempo que le ríen las gracias.

Y la otra cara de la moneda. Un comportamiento positivo tiene consecuencias negativas: te cambian los horarios, te asignan los peores trabajos, tienes que trabajar con los equipos y personas más complicados (cómo tienes buen carácter ¿te suena?), vivir más estresado y que, además, quedes como un/a pelota con poca autoestima y baja asertividad. Los reconocerás porque a todo dicen que sí y… un día explotan, cogen la baja y, por arte de magia, se convierten en los malos entre corrillos, con comentarios del tipo: – ya se veía venir-; – si es que no aguantan la presión– etc….

No. No puede ser. Entre todas tenemos que ser conscientes de que esos comportamientos no se pueden permitir, en ninguno de los dos extremos, ni con los “pringados/as” ni con los “jetas”, ya que ninguna de estas alternativas fortalece a la organización como sistema ni a las personas que la integran.

No me gustan los premios y los castigos, el palo y la zanahoría. Daniel Pink no estaría de acuerdo conmigo. No funcionan como motivadores de cambio. Pero en este caso haría una excepción aprendiendo a administrarlos. De la misma manera que tenemos un vino para cada comida debemos tratar de forma diferente a personas que se comportan de manera diferente.

Cuidemos (no mimemos, no vaya a ser que los convirtamos en “jetas”) al que trabaja bien, al que hace lo que hay que hacer, al cuidador, al que se compromete. Lo podemos hacer con escucha y reconocimiento, estando atentos a cómo están, a cómo se sienten. Cuesta mucho encontrar este tipo de profesionales como para que se me quemen y se vayan en busca de nuevos cantos de sirenas ¿estás de acuerdo conmigo?

toni cátedra

PD: Tu vida la rigen los valores. Si quieres saber más en mi libro No Te Escondas. Cómo encajar sin renunciar a tu autenticidad encontrarás respuestas. O, por lo menos, entretenimiento.

PD1: Son las 0:02 y estoy escuchando Day One de Hans Zimmer. No acostumbro a irme a dormir tan tarde. Para aterrizar el día es perfecto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *