Es tarde. Es tarde para mí. Son las 21.30. Todos duermen y la casa empieza a estar en calma. Solo se oye, a lo lejos, la “música ratonera” que pone algún vecino incívico por estas épocas estivales en la Costa Daurada. No me gusta el reguetón.
Me gusta el ocio y lo consumo. En forma de charlas con amigos, una llamada telefónica pendiente, un podcast o audiolibro y, cómo no, esa plataforma que convive en la mayoría de nuestros hogares como un familiar más (cuando él habla, los demás callan) y se llama Netflix (podría ser Paco)
Pues bien. Seguí viendo una serie que había empezado. Se llama Express, y versa sobre el tema de una aseguradora y los secuestros. Lo demás ya lo intuyes, una serie que te atrapa aunque no sea brillante, donde se espera lo inesperado y dónde salen guapxs como Maggie Civantos y Alejo Sauras entre otrxs.
Aquí viene lo interesante. Me pongo las series para desconectar pero no puedo. Supongo que cuando uno es autónomo está configurado para dos cosas: seguir vendiendo y no caer enfermo (quería darle un punto un tanto trágico, ya sabes, como esto va de cine …). En un momento de la trama, Alejo Sauras, que hace de malo, le dice a otro de los malos al que tenía que supervisar: -¿Tu sabes para qué estoy aquí?- ¿Sabes lo que es un Catfish?-
En ese momento me incorporé en el sofá y empecé a prestar más atención. Prosiguió con algo parecido a esto, te lo digo de memoria (son las 22.00 horas y no estoy para transcripciones): – había unos comerciantes de pescado que exportaban el bacalo que pescaban en el Atlántico. Este bacalao era transportado en bidones y, aunque estaba vivo, se atrofiaba, de manera que estos pesadores tuvieron que ingeniar un sistema para conservarlo fresco durante el viaje. A todo esto, un Mad Men de la creatividad, no tuvo una idea más brillante y cínica que introducir un Siluro (un pez, el Catfish) en cada uno de estos bidones para que el miedo que generara mantuviera al bacalao nadando sin parar hasta llegar a destino consiguiendo que siguiera con sus mejores propiedades intactas –
Esta idea y esta historia tienen mala leche. Y al mismo tiempo, una gran lección para las organizaciones. ¿Si no tuviéramos algún Catfish a nuestro alrededor, estaríamos donde estamos? ¿Cuántas veces hemos cambiado por voluntad propia? ¿Cuántas veces hemos cambiado por necesidad? ¿De dónde sacamos las fuerzas para cambiar? ¿Qué cambio es más creativo? Estas preguntas dan para mucho, mucho más que este post. Se abre un gran melón entre lo que es bueno y malo, el locus interno y externo (yo decido cambiar o el entorno me hace cambiar), la necesidad y la voluntad…
Y voy a la pregunta que me hice esa noche. ¿Me hace mejor persona y profesional tener competencia en mi trabajo, algún “Siluro” (llámale como te de la gana) que me haga nadar porque si me relajo puedo aparecer arrastrado por la corriente en cualquier punto del océano? Voy a proponerte algunas razones por la cual la competencia es buena para el negocio y, sobre todo, para nuestros clientes, porque ellos son los que van a pagar las consecuencias de que haya más o menos competencia.
Vamos.
- Fomenta la creatividad y la innovación. A mí me encanta nadar. Nadar y crear, en este caso, es lo mismo. Si no tengo competencia y ya me va bien así, ¿para que nadar/crear? Mejor dormir ¿cierto?
- Me preocupo por la calidad/servicio. Existen muchos tipos de clientes, entre ellos los recurrentes (me compran de forma continuada) y luego están los clientes fieles, los que rechazarán cantos de sirena para seguir comprándome a mí porque están convencidos de la calidad que les doy y el valor que les aporto. Tener competencia me obliga a seguir haciéndome preguntas del tipo: ¿Qué no está encontrando en mi servicio/producto mi cliente? ¿Dónde está mis factor “X”? ¿Qué tendría que dejar de hacer para perder a un cliente? ¿Qué ofrece la competencia que no ofrezco yo sacando de la ecuación el precio? ¿Se realmente porqué me compra a mí y no a otro mi cliente?
- La competencia me hace que ponga al cliente en el centro, pero de verdad. Déjate de si el logo es azul, verde, rojo o cojo. ¿eso le importa al cliente? Al cliente solo le importa él, igual que tú cuando haces de cliente. Ni más, ni menos. ¿A ti te importa cómo salen los demás en las fotos de grupo? Venga, que te conozco …
- Te quitas lo superfluo. Te hace mantener lo necesario, lo que tiene que ver con tu core, … lo demás lo subcontratas. Más costes son más lastres, más kilos a mover en tu cuerpo empresarial. Hay que viajar ligero de equipage.
- En mi equipo solo los mejores … ¡o los adecuadxs! Tener competencia me hace fidelizar el talento que hay en mi equipo. Tratarlos tan bien que no vean que existe un atisbo de estar mejor en otro lugar. Que quieran pertenecer como pertenecen a su grupo de amigos y familias. ¿Y si no lo tengo? Pues tendrás que atraerlo. ¿Y si se me va? Pues hazte la pregunta de los 5 porqués, porque alguna responsabilidad tendrás.
- Competencia y coopetencia. Podemos generar sinergias con nuestros competidores, hacer algo único y singular entre los dos, ser complementarios el uno con el otro. Esto no va de -o yo, o tu-; -o ganamos o perdemos-; o- yo me quedo tuerto pero a ti te dejo ciego-… Existen espacios para todo. Existen lugares para todo. Un pan para cada queso y un queso para cada pan. Tan fácil. Tan complejo.
Si entras en la frase que hay en mi wasap verás que pone: – si eres el más inteligente del lugar, es que estás en el lugar equivocado– Me encanta la competencia, aunque no quiere decir que lo pase bien con ella o me fastidie cuando pierdo una oportunidad de negocio por ella. Soy más de tenis que de frontón. Me gusta la idea de estar rodeado de entornos Leonardescos (como dice el gran Juan Carlos Cubeiro): Leonardo estuvo en Florencia y en Milán para seguir aprendiendo, de la misma manera que Picasso de fue de Málaga a Barcelona o París buscando ser mejor, o Antonio Banderas se fue de Málaga a Estados Unidos para seguir trabajando con los grandes del cine.
Lo que no se aprecia, se deprecia. ¡Chin pom!.
Y ahora estás pensando: – ya, pero que bien viviría sin competencia –
PD: Si aún no sabes que te hace especial o diferente, este libro te va a ayudar.
PD1: Si la competencia te genera ansiedad, tengo otro medicamento para ti, sin prescripción médica ni efectos secundarios, aunque si duraderos. Nunca nada fue tan eficaz y menos efímero.
PD2: Mientras escribía estaba escuchando a Niños Mutantes – Como yo te amo -, para que sigas amando a la competencia.