El miedo es una emoción, y como tal, es importante reconocerla sin entrar en las categorías polarizadas de “si es bueno” o “es malo”. Lo particular del miedo es que es una sensación desagradable al percibir un peligro, físico o psíquico, real o imaginario, presente, pasado o futuro. ¿ cuántas veces hemos tenido miedo a algo que todavía no ha sucedido? ¿ cuántas veces has vuelto a sentir miedo con la misma intensidad reviviendo un momento que para ti fue desagradable? ¿ Cómo es nuestro estado físico cuando nos ponemos en situación y empezamos a imaginar “ y si …”? Y ya ni te contamos a la velocidad que van nuestros pensamientos ( negativos ) anticipando todos los “ y sis…” habidos y por haber… te salen salpullidos!
Antes hemos comentado que no es ni bueno, ni malo. Estamos muy de acuerdo en cómo Pilar Jericó esgrime el miedo en su libro “NoMiedo” ( de las que hemos extraído las ideas más significativas ampliándolas con nuestra visión particular). Muchísimos años atrás el hecho de estar alerta nos salvaba la vida ante otras especies depredadoras, lo que se denomina – miedo equilibrante -. Cuando el miedo te paraliza, no te deja avanzar, es limitante, es el que se etiqueta como –miedo tóxico –
Existen tantos miedos como tipos de personas: miedo al éxito, miedo al fracaso, miedo morir, equivocarse, a perder el trabajo, clientes, al cambio … Para hablar de ellos nos centraremos en los que tienen que ver con el ámbito empresarial, desde un punto de vista que nos permita desafiarlo y no sigamos viéndolo desde una óptica negativa o pesimista.
Aquí van algunos de ellos:
- Miedo a perder el puesto de trabajo. Es un miedo asociado a la escasez, al no llegar a fin de mes, a no poder hacer frente una serie de obligaciones familiares, sociales y en algunos casos vinculado al “ yo soy de lo yo trabajo”. Una manera de reducir este miedo es conocer quién eres en otras facetas extra-laborales y trabajar tu empleabilidad. Cuanto más seguros estamos de nuestra valía y lo que podemos poner en valor fuera de la organización, menos miedo tendremos y menos amenazados nos sentiremos por aquellos/as a los que les hemos otorgado ese poder.
- Miedo a que nos expulsen de la manada. Seguro que más de uno/a se ha visto en situaciones de reir gracietas a según que personas, las cuales no tenían ni puñetera gracia. Tendemos, en general, a hacer lo que hace el grupo, a no destacar, a no parecer raros o extraños. En definitiva, tenemos miedo a la soledad, estado que va muy reñido con el miedo al éxito, a destacar , más propio de las sociedades latinas que las anglosajonas. Por suerte, se está empezando a valorar “lo diferente”, lo creativo y lo que sale de lo común. Ser diferente es hacer diferente y evolucionar de manera diferente.
- Miedo al fracaso. Es un blucle: no experimento, no creo nada nuevo, no salgo de mi zona de confort, no cambio … y al final me quedo inmóvil, no juego y no me divierto. Con esta opción hay pocos ganadores, ¿ verdad? Normalmente, el éxito viene precedido de varios “fracasos”. No hay más que leer cualquier biografía de alguna persona relevante y famosa en algún ámbito para darse cuenta que algunos batacazos se han dado. Lo importante es, como decíamos en un post anterior, que cuidemos nuestro diálogo interno: no es lo mismo hablar de “fracasos” que de “aprendizajes”. Alguien dijo que “ el fracaso es un abandono prematuro”.
- Miedo a perder poder. Estamos casi seguros de que ya te ha venido alguien a la cabeza y, por supuesto, no eres tú. En según qué mandos y a partir de qué mandos suele darse con algunos estilos de dirección más que de liderazgo. Hablando en términos generalistas tenemos cierto miedo a perder lo que hemos ido ganando con el tiempo, ya sea material o intangible ( reconocimiento, autoridad, estatus …). Si lo planteáramos desde una perspectiva Foucaultiana, partiendo que “ el poder no se tiene, el poder se ejerce”, no estaríamos tan centrados y preocupados en esa “pérdida”.
- Miedo al cambio. Cambiar es modificar hábitos y, como animales de costumbres, eso no nos gusta en demasía. Romper reglas, hacer cosas diferentes, pensar más de la cuenta, nos genera inseguridades. Si tuviéramos una empresa en la que tuviéramos que modificar hábitos, es decir, generar cambios, estaría bien que cuidáramos estos aspectos para que fueran sostenibles en el tiempo:
- Si informas de los “para qué” las personas se implican. La desinformación provoca rumores, los rumores desgaste y todo estos conlleva a la baja productividad e indefensión aprendida. ¿ Tu querrías esto?
- Cambios en favor de intereses. Aquí entra la venta, el conocer al otro para ofrecerle en qué le va a beneficiar. Busca lo que te une, no lo que te desvincula.
- Familiarizarse al cambio. Lo familiar, lo que va con nuestros valores, es más fácil que lo integremos en consonancia con las nuevas formas de hacer.
- El cambio positivo. Fomentar el cambio como aspecto positivo para la supervivencia de la empresa y todos/as los/as que la componen. El beneficio es sistémico e integral.
Si nos desvinculamos el viejo paradigma del TENER-HACER-SER, al paradigma más ecológico y sostenible en el tiempo del SER-HACER-TENER, reduciríamos notablemente nuestros miedos y temores. Partir de la atribución interna te permite ser protagonista de tu vida, con todo lo que conlleva, afrontando nuevos retos y superando temores.
Toni Cátedra/ Marta Foix