Siempre era el mismo. Y no era yo. El que ligaba, el que salía con 20 euros y volvía a casa con más dinero del que había salido. Y no era por tacaño, ya que era de esas personas generosas que te invitaba cuando menos te lo esperabas. Tampoco era un lumbreras, pero tenía algo, una mezcla de inteligencia de calle de periferia de ciudad, sistemática, proactividad y perseverancia.
Daba igual la discoteca. Daba igual si era una sala de bailar salsa o un club de electrónica. Siempre sacaba algo. Siempre rascaba algo.
Cuando acababa la noche le decíamos lo mismo en un tono que rozaba lo incrédulo, sarcástico y envidioso (sí, envidioso, ya que en esos días no era practicante de la admiración): – “Joan, no entiendo cómo cada noche sin excepción acabas encontrándote algo de pasta. No sé cómo te lo montas. Ninguno de nosotros tenemos tanta suerte como tú. Tienes una flor en el culo”-
Y Joan, como era generoso por naturaleza y nada desconfiado, nos contó qué hacía para “encontrar esos tesoros”. Y todo lo que contó era cierto y a la vez sencillo: -“mirad, mientras vosotros estáis con la fantasía de la música yo me voy a la zona de la barra cuando veo que está hasta la bandera y, como la gente va hasta las trancas, siempre suelo encontrarme algo en el suelo. Me acerco a la zona de la barra unas tres veces durante la noche, una cuando voy a pedir y otra dos cuando veo que no para de aglutinarse gente por allí para pagar la consumición”
¿Buena suerte o dirección planificada hacia un objetivo? De toda la discoteca ¿dónde está ubicado el lugar con más probabilidades de despistarte? Todos nos quedamos mirando con cara de tonto, entre otras cosas porque si hacía un ejercicio de introspección era de los que no era la primera vez que había perdido algún eurito durante la noche, aunque en mi caso fuera hasta bebiendo un cacaolat.
Esto de la buena suerte o la mala suerte tiene su qué. En muchos momentos de nuestra vida nos han intrigado esas etapas en las que parece que todo funciona y va sobre ruedas, en la que enlazas unas ventas con otras, unos proyectos con otros y parece que todo está a tu favor. ¿te suena resulta familiar lo que te cuento?
En cambio, en otras ocasiones parece que haya una mano negra o una mala racha en la que todo se ha confabulado en tu contra sin encontrar una explicación científica o plausible dónde explicarte la gran pregunta de “por qué pasa esto”. Y lo mejor de todo es que cuando la buena suerte está a tu favor la atribución es interna y tu vocecilla te dice todo lo grande que eres: –soy un crack, estoy trabajando bien, era lo esperado, me lo merezco–
… ¿ y qué pasa cuando estamos en esa temporadilla de mala suerte, que nos decimos? Toda una serie de atribuciones externas que no nos llevan a poner cartas en el asunto: –este cliente no estaba preparado, la competencia se ha llevado el proyecto porque mi propuesta la han utilizado para comparar, no han sabido percibir los beneficios de nuestra oferta -… y un sinfín de penosas excusas que nos hacen seguir en esa espiral victimista.
Una cosa es la suerte y otra cosa es el azar. Lo bueno de la suerte y su diferencia con el azar es que se puede modelar convirtiéndose en una habilidad que se puede aprender. Todos y cada una de nosotras podemos modelar a Joan, su explicación es sencilla, medible, temporalizable y secuencial.
Richard Wiseman escribió en 2003 un libro titulado “El factor suerte: los 4 principios esenciales” en los que estudiaba las diferencias entre las personas con suerte y las que no la tenían. Estos 4 principios son:
1.- Buscadores de oportunidades. Las oportunidades están ahí, para todos, pero que solo unos pocos la saben ver porque ponen el foco donde lo tienen que poner y van predispuestos a ello. Una vez más la ACTITUD juega un papel esencial en la consecución de resultados y en la creación de entornos que propicien nuestros logros. La mentalidad tiene que ser ganadora y positiva, respaldada de una buena planificación para la acción. En función de lo que estés vendiendo tu oportunidad estará más cerca de un sector que otro, de un tipo de cliente que otro, de un nicho de mercado más sensible que otro, y así sucesivamente. Eso es buscar la oportunidad, el resto es dejarlo a manos del azar, de un casino empresarial esperando a que te toque el rojo par.
2.- Hacen caso a su intuición. Entendida como esa habilidad para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata sin la intervención de la razón. Las personas positivas e intuitivas llaman a esto “corazonada” y quienes se dejan llevar por ella suelen ser personas con un alto grado de autoconfianza.
Por el contrario, las personas con mala suerte e inseguras, sin estas dosis de autoconfianza en sí mismas, suelen ser las que no se dejan llevar por la intuición ya que piensan que ello les llevará a tomar una mala decisión.
¿te resulta familiar haber visitado a algún prospecto y haber tenido la intuición de que llegado el momento se convertiría en cliente? Hay visitas en las que no necesitas un feedback explícito positivo del cliente para saber que todo ha ido bien. No sabes bien por qué pero lo percibes, lo hueles, tu instinto y tu experiencia te dicen que la acción que has llevado a término te acerca a dónde quieres estar. En una ocasión, al volver de una visita, un responsable que tenía me preguntó: -“¿Qué tal la visita?” y en un atisbo de valentía torera le respondí: -“aún no lo sabe, pero en menos de tres meses es cliente”-. Y así fue. ¿Suerte? Sí.
3.– Otro principio por el que se rigen las personas “de la buena suerte”: la creación de profecías autocumplidas. Estas profecías se dan cuando tenemos una creencia firme respecto a algo ( situación ) o a alguien y acaba cumpliéndose. Y no es una cuestión de “magia o azar” sino todo lo contrario, ya que intentamos equilibrar de forma coherente nuestros comportamientos ( conductas) con las creencias que sostenemos, independientemente de que sean fundadas o infundadas. ¿ te ha pasado alguna vez ir a ver a un cliente con el que no tienes mucho feeling? ¿ con que actitud vas a ala visita? ¿ Qué es lo más probable que pueda suceder? ¿te has parado a pensar qué piensas, qué sientes y cómo te comportas? Te propongo que para la próxima visita revises tus creencias, tus actitudes y aquellos puntos que te unen más que los que alejan. Puestos a pensar y a “creer”, ¿qué prefieres?
4.- Actitud flexible. ¿ si te quedas en tu zona de certidumbre alimentas el hábito de tener cintura? Por supuesto que no. La zona de confort es todo lo contrario a ser flexible, de mente abierta y de generar nuevos escenarios que nos permitan crear nuevas circunstancias. Las personas con mala suerte son personas de rutinas: siempre hacen lo mismo, se relacionan con las mismas personas, etc … olvidan que la oportunidad siempre está en la zona de incertidumbre. Otra virtud que tienen las personas de la “buena suerte” es que cuando se encuentran ante una situación negativa su mirada siempre es desde la positividad, con lo que si pierden un trabajo piensan en cómo encontrar otro mejor; si pierden un cliente ponen el foco en la ventaja de disponer de más tiempo para abrir nuevas cuentas, y así sucesivamente. Las circunstancias son las que son, otra cosa es la mirada que tenemos hacia ellas.
A estos principios que propone Wiseman les podemos sumar otros que contribuyen a entender esas reglas por las que se rige la “buena suerte”. Uno de ellos sería la caducidad de la buena suerte, es decir, demorar la preparación de las circunstancias para que se produzca lo que esperamos. Si vamos dejando para mañana lo que tenemos que hacer hoy quizás la buena suerte nunca llegue. Este sería el quinto principio del que hablan Alex Rovira y Fernando Trías de Bes en su libro “La buena suerte”.
Se trata, además de no procrastinar, de perseverar y de huir de la parálisis por el análisis. Cuando queremos hacer cosas con tanto acierto a la primera lo más seguro es que nos bloqueemos y lo dejemos. Hay miles de artistas reconocidos que no hicieron su poesía, pintura, escultura, invento, o lo que fuera, a la primera. Es en la cantidad donde se encontró la calidad.
Y por último, otra regla que contribuye al encuentro de esa “buena suerte” es el cuarto hábito de los 7 que describe Stephen Covey en su libro “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”: la colaboración, crear circunstancias donde abunden los acuerdos ganar-ganar.
Al final nos damos cuenta de que la “buena suerte” va de la mano con la planificación, el aprendizaje, la perseverancia, el esfuerzo y la acción inteligente para los que deciden ir a por ella. Y tú, la próxima vez que salgas de casa ¿vas a volver con más dinero o con menos dinero? Ahora no tienes excusa para saber qué hacer
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